He llegado a un punto en donde todo es ilógicamente coherente, donde todo lo que tiene valor realmente carece de sentido, donde las palabras se unen para confabular en mi contra. La retórica comienza su baile para mofarse de mí en mi cara. Los pensamientos están creando una maravillosa obra de arte en donde yo soy la fuente de inspiración. Me invitan a participar, pero, a su vez, todos me gritan que los ignore y que rechace su invitación. Los sentimientos suben a un escenario imaginario para comenzar su concierto y, desesperados al no tener vocalista, me llaman para que comience a cantar, sin embargo, mi voz está débil y no da nota alguna, los tonos se han marchado y se alejan cada vez más de mí.
El silencio de mi voz empieza a resonar en mi cabeza y sutilmente me grita: ¡PA-TE-TI-CA! Comienzo una carrera desesperada, impulsiva, hasta algo temerosa. Necesito escapar de aquel lugar y, rápidamente, llego a un nuevo sitio, pero este tampoco me agrada. Estoy completamente desorientada. Me encuentro perdida e incluso más que antes. El sonido del entorno llora carcajadas, la gente me mira extraño. Me invade. Me vuelve vulnerable. Sin embargo, estoy sólo en compañía de la soledad. Ella me danza, me canta, me rodea en círculos para transportarme a otro lugar. Me abraza. Me habla en metáforas. Me inhibe. Me hace llorar. Siento su fría caricia, aunque es el calor de su roce quien viene a buscarme y a colmarme con una personalidad tan sumisa.
El silencio ha vuelto, pero no lo quiero cerca. Sentirlo me pone mal, me perturba, me hace perder el control. Él insiste en hablar conmigo y, a lo lejos, se pone a gritar: ¡Estabas en aquel lugar! ¡Estabas con tus amigos! Confundida, me escondo de mí misma sin saber por qué. Voy en mi búsqueda, pero no logro encontrarme. Me embarga la pena y vuelvo a llorar. Una y mil veces recurro a la misma pregunta: ¿A dónde vas? Estoy tan lejos que no escucho a mi pregunta... Sigo avanzando. Me diviso a lo lejos, no obstante, comienzo a jugar conmigo misma. Algo me parece divertido, pero es eso mismo lo que me hace enojar. Con rabia me alejo y aparezco en otro lugar. ¿Dónde estoy? ¿Qué fue de mi? -De nuevo estás conmigo- contesta la soledad. El silencio ha ido tras de ti, quiere encontrarte y devolverte a ti misma. Confía en nosotros y no huyas más.
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