sábado, 2 de abril de 2011

A contra corriente

Caminaba a una orilla de la corriente, pendiente de todo el que pasaba por ahí. Siempre de pie. Avanzando. No podía derrumbarse, pues corría el riesgo de ser aplastada por quienes venían atrás. Sabía que nadie se detendría, mucho menos a recogerla. Cansada, decidió hacerse a un lado para descansar. Se sentó a un costado y comenzó a mirar a toda esa gente que transitaba cabizbaja, presurosa y malhumorada. Se entristeció y, convencida de que ya descansada debía hacer algo, se reintegró a la corriente a alborotar el rutinario sistema. Eso sí, siempre a un costado, nunca en el centro.

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